Ushuaia, primeras impresiones

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Llegamos a la meta. Luego de recorrer 3.040 kilómetros la ciudad del fin del mundo nos estiraba sus helados brazos para darnos la bienvenida. De cara al austral Canal del Beagle, Ushuaia emerge pacífica a la vera de los montes Martial, así llamados luego de que el capitán francés de igual nombre llegara a este lugar en 1883.

Sin embargo, la verdadera historia de la ciudad comienza con la famosa Cárcel del fin del mundo, un lugar que en algún momento del siglo XIX supo ser el hogar de los reos más peligrosos del país. Fue entonces cuando esta localidad situada en un lugar estratégico, junto a una bahía digna de una pintura de Magritte, comenzó a crecer. Su nombre significa “bahía que mira al poniente” en lengua yámana, comunidad que por entonces y junto a otras habitaba la isla hasta que comenzaron a llegar los inmigrantes europeos, quienes la colonizaron y se dedicaron a la explotación de oro.

Con la idea de que los nuevos pobladores se radicaran definitivamente el gobierno decide instalar el presidio, una cárcel que marcó la historia de la isla durante la primera mitad del siglo XX. Por entonces en la isla convivían habitantes llegados de lugares recónditos como Croacia, España, Lituania, etc.. Y en especial ingleses, quienes conformaron una importante comunidad que aún hoy pueden advertirse en algunas construcciones típicas que siguen en pie en pleno centro de la ciudad.

Este crisol de razas marcó el rumbo de Ushuaia hasta nuestros días pues muchos de los habitantes de la ciudad han llegado desde diversas provincias argentinas, por lo general en busca de trabajo, algo que en estas latitudes y a diferencia del resto del país sobra.

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De acuerdo a lo que nos contaron los propios isleños, es una ciudad con muchos niños que luego emigran para continuar sus estudios y, en algunos casos vuelven, a la isla para formar sus familias, o bien se alejan por siempre dadas las distancias y el difícil acceso a una gran cantidad de posibilidades. Por otra parte, pasar unos días en Ushuaia es una estupenda manera de descansar del estrés de las grandes ciudades.

Lo más llamativo sin embargo es la escasa población anciana, que por lo general decide alejarse de Ushuaia para pasar sus últimos días de vida en una ciudad con un clima más benigno. Porque lo cierto es que en la ciudad el frío, que oscila entre -10º y los 5º en invierno, puede calar los huesos y es por eso que durante los meses de invierno la vida transcurre mayormente puertas adentro. Hay un segundo factor que influye en este estilo y remite a las horas del sol, muy escasas en invierno.

Ahora bien, fuera de estas cuestiones, la ciudad más austral del mundo es un pequeño paraíso. Rodeada de hermosas montañas nevadas y con la espectacular vista de la bahía emerge pacífica sin sentir que está a punto de caer del mapa.

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