Hospitalidad en Puerto San Julián
Cuando faltaba relativamente poco para llegar a Puerto Gallego, la última ciudad de la Patagonia situada sobre el continente, decidimos hacer noche en San Julián, otro de los grandes puertos de la región que se encuentra emplazada sobre la pintoresca bahía de Cabo Curioso, a 360 kilómetros al norte de la capital de la provincia de Santa Cruz.
A diferencia de lo que sucede con algunas otras ciudades portuarias, Puerto San Julián es un lugar sencillo aunque muy agradable en el que se respira un aire pueblerino digno de admiración. De alguna manera esta sorpresa es fruto de sus propios habitantes quienes con perfil bajo se apresuran a ofrecer su hospitalidad. Y así fue como, luego de superar la primera sorpresa al descubrir que detrás de un camino que se anticipaba como árido y amarillo descansaba una ciudad limpia y ordenada, nos aventuramos con buen ánimo en la ardua rutina de conseguir alojamiento, algo que, sin saberlo, pintaría mejor que nada el espíritu de la ciudad.
A diferencia de lo que sucede en Comodoro Rivadavia, los hoteles en Puerto San Julián tienen un precio medio por lo que luego de recorrer un par de ellos dimos con uno discreto aunque muy cuidado que daba a la costa. Lo extraño fue que al tocar el timbre nadie respondió por lo que comencé a aplaudir para luego abrir la puerta y descubrir que no había conserje alguno. Entonces miré el estado de las habitaciones –limpias, agradables- y busqué algún cartel indicativo. Pero nada… parecía un hotel fantasma.
Ya desesperanzada salí del alojamiento y un vecino me frenó indicándome que debía ir al hotel de la esquina para solicitar información sobre ese mismo hotel. Me sentí extraña…preguntar sobre un hotel en otro hotel… Pero sin pensarlo me acerque al mostrador del segundo alojamiento y fue entonces cuando me llevé la segunda gran sorpresa: San Julián es una ciudad amigable y confiada en donde incluso los dueños de algunos establecimientos entregan a cada huésped una llave de la habitación y una de la puerta de acceso al hotel previo pago de la tarifa.
En resumen, uno hace lo que quiere y como quiere. Y si desea fugarse en la noche con el televisor de la habitación o la cafetera de la cocina bien podría hacerlo pues nadie custodia el lugar. ¿Si han sufrido algún percance alguna vez? Abrieron los ojos frente a mi pregunta: por supuesto que no, eso no pasa allí. ¡Nunca jamás!
Así que bien, luego de dejar nuestras maletas y con la sensación de habitar una ciudad de amigos recorrimos las bondades de este lugar mágico en el mundo en donde la confianza parece ser la regla de oro de los habitantes.
En cuanto a las características de la ciudad, es bonita aunque discreta, con calles muy amplias y casas bajas, todo un panorama cuyo punto más alto deriva en la costa desde donde se puede ver el mar azul del Atlántico. La calle principal termina en la costa y desde allí se puede ver una reconstrucción de un antiguo barco bonito para tomar una foto, que rememora al buque en el que llegó el marino Magallanes.
Si estáis con tiempo, podéis visitar algunos sitios naturales como la Reserva Provincial Península San Julián, en donde se encuentran colonias de pingüinos y otros animales autóctonos. También el Circuito Costero, una zona ubicada a 15 km de la ciudad que se destaca por sus playas y por su lobería, en donde conviven cientos de lobos marinos.
El recorrido también nos llevó a Laguna del Carbón, unos salares que se encuentran un centenar de metros por debajo del nivel del mar, y la noche nos encontró finalmente en este hotel pequeño pero bondadoso que nos extendió la mano aún sin conocernos el rostro.
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Me encanto encontrar tu comentario, soy de Puerto San Julián y es un gusto leer halagos de alguien que estuvo por aquí. Saludos!