El espectáculo de las ballenas en Península Valdes

Península Valdes

Puerto Madryn es un lugar agradable, con algunas playas que merecen la atención y un centro comercial en donde abundan las tiendas y los restaurantes. Sin embargo lo mejor ocurre a unos 100 kilómetros de la ciudad y luego de transitar una ruta desierta simétrica, y sin curvas, que nos deposita de lleno en la famosa Península Valdés, el hogar de la ballena franca austral.

Esta península ocupa 4.000 km2 de superficie y fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Está a su vez subdividida en varias regiones y, como pocos lugares del país, atrae la mirada de los turistas nacionales y extranjeros, quienes se acercan para ver si están de suertes y logran ver a las monumentales ballenas que durante la temporada se acercan a sus costas para aparearse y dar a luz a sus crías.

La península ofrece 260 km de costas y en algunos puntos específicos los turistas pueden ver a los pingüinos Magallanes, a los lobos y a elefantes marinos que descansan de cara al sol, como quien no sabe nada acerca de los mercados financieros, la crisis mundial y lo duro que es ser un habitante de este planeta. Por lo general, en estos lugares hay miradores en donde algunos especialistas y fotógrafos permanecen días, incluso meses para ver los espectáculos privilegiados que sólo de tanto en tanto los animales se atreven a montar.

Península Valdes

El más espectacular sin dudas es el avistamiento de ballenas, una aventura que es aprovechada por unas cuantas agencias de viajes quienes ofrecen tours en barcos especialmente acondicionados para la ocasión. Aunque los circuitos que ahondan en distintas atracciones abundan y así es como los visitantes también pueden quedar hipnotizados con los cientos de especies de la Isla de los Pájaros, a 800 metros del Golfo San José, o bien con los zorros patagónicos, guanacos y peludos que se cruzan en el largo camino de tierra que conduce hacia algunos lugares de privilegio.

Lamentablemente, la época en la que viajamos no nos permitió ver a las ballenas aunque no faltó oportunidad de recorrer todos y cada uno de estos templos de la naturaleza que conviven en forma espontánea en el corazón de la península. Por un momento, hasta soñamos con repetir la experiencia de los fotógrafos y sentar campamento allí en la cima del mirador, donde algún día, quien sabe cuando, las ballenas nos saludarán sin tapujos.

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