Naturaleza de diseño en los barrios privados
Han crecido como plaga en los últimos años y en forma tangencial han puesto sobre el tablero las desigualdades sociales que forman parte de la vida cotidiana de la Argentina. Porque los barrios privados no sólo son espacios privados de diseño para quienes buscan alejarse del ritmo acelerado de la gran ciudad, sino que se transforman en escenario de un nuevo modo de vida, una suerte de cultura que ha nacido de la mano de la inseguridad y, en algunos casos, de la necesidad de una vida reposada aunque no por eso con menos aristas.
Porque de alguna manera los barrios privados que se han instalado en la última década en los suburbios de la ciudad de Buenos Aires reviven el sueño que con inteligencia supo dibujar Tim Burton en el filme “El joven manos de tijera”: una urbanización trazada cuidadosamente en donde los conflictos y las propias contradicciones de un país se esconden bajo tierra.
Una vez que uno traspasa el portal de entrada la escena se repite una y otra vez. Calles perfectamente delineadas, árboles que crecen en forma simétrica, coches con las puertas abiertas, casas idénticas pintadas en color pastel, piscinas azuladas que brillan bajo el sol e incluso lagos artificiales y escuelas privadas bilingües.
Lo curioso es que junto a estos coquetos barrios de diseño en donde a pesar del verde que emerge en todos los rincones la naturaleza abandona como nunca su estado virgen, se han desarrollado un conjunto de complejos y circuitos que han transformado el paisaje que durante años dominó esos mismos suburbios.
El Paseo del Pilar, el complejo de cines Village, el centro de Maschwitz o los numerosos paseos de compras que aún sin nombre intentan atraer a los moradores de esas pequeñas ciudades-estado de fantasía son quizá los grandes cómplices de esta importante frontera entre ricos y pobres que ha ido marcando tendencia en los últimos años.
¿Si el futuro es prometedor para que estas urbanizaciones sigan creciendo?… Aún no hay respuesta posible. Por el momento, la sociedad se divide en dos grandes polos: aquellos que a pesar de la necesidad de resguardo estiman que esta realidad no es más que una ficción nociva para desarrollar una vida sana y equilibrada, y quienes sienten que al traspasar la barrera de entrada de alguno de estos lugares han llegado al Edén.
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